Voy a rueda de Contador, Armstrong está a mi lado pero bien sabe él que no puede conmigo. Los espectadores, miles y miles, han acudido y corean mi nombre. 22 km/h de velocidad media en la subida al Gigante de Provenza. A 150 metros de la línea de llegada me yergo sobre los pedales y arranco. El joven español está agotado y no consigue reaccionar. ¡Gano y me hago con el maillot amarillo!
¡¡¡ Ay Jo Zef !!! ¿Porqué me sacudes así ? ¡¡¡ Joder… no era más que un sueño !!!
4h30 : me despierto y desayuno. Lo de siempre : a base de féculas…
6h30 : Estamos en la cámara, todo el mundo se observa, sabemos que esta jornada va a ser larga y difícil.
6h58 : un SMS de mi Verdadera me conmueve hasta las lágrimas.
7h00 : Ya está, salgo con el dosal 38. Detrás vienen 9500 competidores. La salida es rápida pero procuro ir a mi propio ritmo durante la primera hora. Unos participantes, rápidos como el rayo, me adelantan y no quiero ir a su rueda. El primer pueblo que atravesamos se llama « Espeluche ». ¡ Fenomenal mascota, siempre donde y cuando hace falta !
Quedan 19 km para alcanzar el repecho de Civelle. Voy a una media de 32 km/h pero ralentizo, debo ahorrar fuerzas. Paso el pequeño puerto sin dificultad.
Menos corredores me adelantan ahora y empiezo a tener un buen ritmo. En el corto descenso, que empieza a ser una especialidad mía, alcanzo los 70 km/h. La carretera está vedada a la circulación y voy tranquilo, no temo una mala sorpresa al salir de una curva.
Aunque es temprano me sorprende la cantidad de espectadores que nos animan y alientan a lo largo de la carretera. ¡ Es cierto que esto le envalentona a uno !
El primer puerto se va aproximando y mi velocidad media me preocupa (38 km/h) pero lo afirmo : en ningún momento he ido por encima de la frecuencia cardíaca que había decidido al salir. En el puerto de Ey veo a competidores que ya aminoran la marcha, cansados por una salida demasiado rápida. Empiezo a dejar atrás a algunos que me habían pasado como balas. Me siento eufórico (esto me inquieta…). Sin que lo concertáramos, me llama mi hermano del océano, Bixente, y charlamos un ratito. El descenso es una sucesión de curvas y sé que es donde puedo sacar ventaja. Cada 15 minutos bebo un sorbo de agua y cada 30 minutos como un pedazo de barra « explosiva ». Sé que este rigor es necesario y sin embargo temo el desfallecimiento.
Decido no pararme en el punto de avituallamiento porque lo tengo todo previsto y procuro ganar algunos minutos más. Me meto dentro de un pelotón y aprovecho la aspiración. Vamos a 51 km/h… Es una velocidad desusual para mí pero en ningún momento voy por encima de mis posibilidades.
El puerto de Fontaube provoca una primera selección y algunos ya se entregan. Trepo en compañía de Julien, un joven « élite » que no comprende cómo puedo ir a un ritmo tan elevado.
¡ Tampoco me lo explico yo ! Coronada la cumbre, emprendo el descenso y alcanzo a unos cuantos más.
Ya he recorrido 100 km y me siento como si acabara de salir. Un montón de participantes me felicitan y me alientan. Otro repecho y llegamos a un falso llano ascendente. Pega el sol y veo que algunos tíos del Norte de Europa lo están pasando mal.
Sault, segundo puesto de avituallamiento. Decido pararme para comer el primer bocadillo, llenar los bidones y secar mi muñón. Vuelvo a salir. Ante mi gran sorpresa me topo con Laurent Benezech y decidimos ir juntos. Ante nosotros se alza el Ventoux, el puerto de las Abejas ( col des Abeilles ). Sigo sintiéndome eufórico y me preocupan las consecuencias… Me siento tan bien que hasta saco mi pequeña cámara de fotos para fijar el momento.
La subida es larga y las facciones empiezan a revelar el cansancio. El descenso es una carretera ancha y ¡ casi alcanzo los 90 km/h !
Llegamos a Bedoin, tercer puesto de avituallamiento. Me paro para hacer unos cuantos estiramientos y secar mi muñón. Laurent y yo sabemos que los últimos 21 km van a ser largos y difíciles. Salimos lentamente. A lo largo de la carretera hay cientos de personas que cantan, gritan, aplauden pero me concentro. Sé que la fuerza mental es clave para este ascenso, considerado uno de los más duros del mundo. Los primeros 5 km son « humanos » pero conforme vamos llegando al bosque la pendiente (14%) se vuelve cada vez más dura. Laurent me aventaja, unos 75 metros, pero no me importa y continúo bien concentrado. Está declarada la guerra y hay cada vez más compañeros parados, agotados. Pienso en cosas positivas.
Poco a poco, metro tras metro, le voy ganando terreno a Laurent, sin que esto sea una prioridad. A pesar del gran esfuerzo aguantan bien mis muslos. Bien puesto en la bici, mis piernas son fuertes. La pendiente es infernal. Mi cruzada cobra sentido aquí : el cojo que soy supera a los bípedos.
Sé que sólo quedan 11 km para alcanzar el « Chalet Reynart ». Laurent está a mi lado y decido arrancar para relajar mi mente. Lo dejo plantado… Mis muslos arden pero tengo una moral fenomenal. A 2 km del « Chalet Reynart » Francisco, a quien le amputaron un brazo, 6 veces Campeón del mundo de ciclismo y medalla en varias Olimpiadas, está sentado en el arcén. No ha podido con el Ventoux. No puedo pararme y sin embargo intento alentarle, en vano.
En el avituallamiento de agua, en la linde del bosque, lleno mis bidones para los 6 km restantes. Laurent llega a mi lado pero padece calambres. Salimos juntos y de golpe me acalambro yo también en un muslo. Respiro, hablo con este intruso y al cabo de 5 minutos me deja tranquilo el calambre. Me alzo de pie sobre los pedales. Hay espectadores y recobro los ánimos. Alcanzo puntas de 12 km/h. Un acordeonista me anima. Un participante a quien adelanto me felicita, llorando. Siento que el alivio está cerca pero mantengo la concentración. Unos niños me reconocen y gritan mi nombre mientras corren a mi lado. Laurent tiene ahora mucho retraso. Decido valerme de mis últimas fuerzas en los últimos 2 km. Vuelve la euforia, que en realidad nunca se me ha ido.
El faro de Provenza está a una cuantas pedaladas. Cuando termino siento mucha emoción por estas 7h 59’ de esfuerzo.
¡ El presente es un regalo !
Agradezco a todos los chavales de « Bout de Vie » y de « Courir ensemble » : ¡ayer fuisteis dinamita para mí !