Este año me he comprometido de mensajero de la asociación Valin Cap que organiza una manifestación del 20 al 22 de septiembre a favor de la integración de la discapacidad. Mi misión consiste en ir a nado desde Ajaccio hasta Propriano. Hay otros tres mensajeros : dos, Franck Bruno y Jérôme Tant, amputados de tibia y fémur los dos, saldrán montados en bicicletas desde el Cabo Corso para alcanzar el Golfo de Valinco en 5 etapas; el tercero, Joe Kals, parapléjico, har el mismo recorrido valiéndose de muletas.
Una vez cargado sobre el coche el kayak de Patrick, salimos hacia la playa de Barbicaggia, punto de partida de esta larga aventura. Cuando llegamos, a las 06h20, nos esperan allí unos amigos : Estelle, François, Louis, procedentes de Propriano; Claude, de Trova, cerca de Ajaccio; Françoise y Richard que viven al lado. Al mismo tiempo la lancha de la gendarmería marítima sale de su base para reunirse con nosotros. A bordo viene Laurent, el segundo kayakista. También nos acompañan, en su yate, nuestro amigo Jean-Pierre con su esposa Nathalie, y mis amigos Daniel, Joseph y Armand.
Las dos embarcaciones están a escasa distancia de la playa. Laurent deja la Gravona P610 y se nos reúne en algunos pagayazos. Le doy un último beso a Patricia, le susurro al oído que no esté preocupada y que nos reuniremos en Propriano. Patrick me ayuda a prepararme, luego va a por su kayak en la playa. Ahora está completo el equipo y salimos a las 07h10. El mar está algo agitado pero nada preocupante a primera vista. Laurent arrastra un señuelo que me ayudará a orientarme y, con un retrovisor instalado a bordo, podrá ubicarme y controlar la velocidad. Apenas recorridos unos cien metros siento una violenta quemadura en la nariz y el labio : la visibilidad es escasa y ¡hay medusas! Tengo que extremar la vigilancia y durante 45 minutos voy a intentar evitarlas porque la menor quemadura de importancia podría obligarme a desistir. De tan preocupado como estoy por estos pequeños bichos transparentes ni me doy cuenta de que las condiciones han ido empeorando. La SNCM de Ajaccio se nos acerca con su lancha semirrígida y su color naranja me permite situarlos en el acto pero no siemmpre estamos a la misma altura a causa de las olas que alcanzan ya los 2 metros. Este oleaje de frente ralentiza mi avance, pues tengo que esforzarme y los kayakistas tienen que estar alerta en este mar hostil. Cada 45 minutos Laurent se detiene para que pueda ingerir bebidas isotónicas ; estas pausas de 60 segundos son indispensables para descansar y evitar los calambres por el largo esfuerzo.
Nos aproximamos a Capu di Mauru que anuncia el fin del Golfo de Ajaccio. Iba yo sobre aviso : aquel sitio es peligroso por su fuerte oleaje y hoy es el caso. Levanto la cabeza para situarme pero no consigo ver a Laurent porque su kayak está en lo alto de una ola de 3 metros. Sin embargo él no parece inquieto, lo tiene todo bajo control a pesar de su falta de experiencia en condiciones tan extremas con su kayak. La SNCM tiene que dejarnos porque allí termina su espacio de intervención; además el yate de Jean-Pierre también ha tenido que regresar al puerto Tino Rossi por una avería de motor. Ahora solo podemos contar con la gendarmería para garantizar nuestra seguridad. Salimos del golfo y el oleaje cambia de orientación : ahora casi es como si estuviéramos haciendo surf pero una fuerte corriente adversa ralentiza nuestro avance. Por más que me esfuerzo no paso de los 3 km/h. Al cabo de 6 horas y 45 minutos quedo desconcertado : solo tengo recorridos 21 km y otra vez me hostigan las medusas. No las veo por culpa de la espuma provocada por el oleaje, lo cual aumenta el riesgo de contacto con ellas. Antes de equiparme, Patricia había colocado sobre mi pecho mi amuleto (un mechón del pelo de mi amiga Laura, hoy muerta, pero que me proteje en todas mis travesías). Surtió efecto porque pude recorrer todos aquellos kilómetros sin que me picaran esos bichos urticantes aunque eso, entonces, me parecía imposible. Un grupo de apneístas que están por ahí nos aconsejan acercarnos un poco a la costa para beneficiarnos de una corriente menos adversa. Estoy sufriendo, cosa que poco conozco, tengo que reconocerlo. Los otros mensajeros habrán llegado ya, pienso en aquel momento, solo falto yo para inaugurar el Valin Cap. Entonces saco fuerzas de flaqueza. Para mis dos compañeros tampoco es coser y cantar, ya llevan 9 horas remando en condiciones difíciles. La corriente parece menos fuerte ahora, también el oleaje, y vamos aproximándonos a Porto Gallo. Unos diez barcos han salido a nuestro encuentro y nos hacen compañía en los últimos kilómetros. Mi colibrí está en uno de ellos así como dos de los mensajeros, Franck y Jérôme. También están Vero, Jean-Michel, Patrick, Guy y otros muchos. Patricia me pregunta cómo estoy y le contesto que es muy duro. No suele oir quejas de mi parte y mi respuesta la preocupa un poco.
Pero a lo lejos vislumbro las casas de Propriano y todos los barcos que me rodean me hacen olvidar el cansancio. El barco de visión submarina hace idas y vueltas y en los últimos hectómetros transporta la orquesta Teranga que, tocando las percusiones, me da el ritmo. Ahora alcanzo los 5 km/h y llevo ya 10 horas nadando. Empiezo a ver los mástiles de los barcos en el puerto deportivo protegido por un malecón lleno de gente que está esperando al último mensajero. Me detengo frente a ellos para saludarlos, como un delfín, y me coloco entre los kayakes de mis dos amigos para que lleguemos juntos al muelle en el que miles de personas nos están esperando. Son las 19h15. Mi primer beso será, como siempre, para Patricia, el segundo para quien me ha enseñado a sobrepasarme, Franck Bruno… Luego fue una acogida muy calurosa y fue una pena que mis dos amigos Laurent y Patrick no pudieran participar en ella ya que tuvieron que irse sin tardar. Mi agradecimiento a mis dos guías que me acompañaron humildemente.